el-libro-vacio.jpgHace un tiempo le pedí a un amigo mexicano que venía de visita que me trajera libros de mujeres, escritos por mujeres o sobre mujeres. Me había entrado una inquietud por la mujer o mejor las mujeres, como dijo alguna vez mi profesor de sicología de la comunicación. Porque LA mujer no existe, existen las mujeres.

Así que Juan me trajo varios libros y entre ellos El libro vacío y Los años falsos de Josefina Vicens. Las dos únicas novelas de esta escritora mexicana que se consagró como punto de inflexión de la literatura mexicana con solo estas dos novelas, escritas con 24 años de diferencia. El resto del tiempo se dedicó a los guiones para cine y a comentarista taurina. Una extraña mezcla que despertó mi curiosidad por esta mujer especial y maravillosa narradora. Sobre todo si se tiene en cuenta la época y el país que le tocó vivir. Nació en 1911 en San Juan Bautista, Tabasco y murió en México D.F. en 1988.josefina-vicens.jpg

El libro vacío. Una historia sin historia. Una novela donde no pasa nada, en el sentido clásico de acción. Un relato íntimo sobre un escritor que no logra ser escritor y sabe que no lo va a ser, y sin embargo no puede renunciar a escribir.

Pasa noches y noches, tratando de lograr esa primera frase maestra que dispare esa novela que lo consagrará. Y así entre sus vanos esfuerzos que sabe que lo son, vanos quiero decir, y la frustración de no poder lograrlo, vuela en su cabeza con reflexiones sobre su vida mediocre de contador, sus sueños frustrados, su vida rutinaria con destellos de acción, su paciente mujer y su hijos en los que ve reflejado su ilusionado pasado y su presente gris y plano.

Es curioso, quería leer sobre mujeres por mujeres y terminé leyendo una historia escrita por una mujer pero en la voz interna y muy íntima de un hombre. En realidad no importa, porque es la voz de un hombre en el sentido universal del ser humano. Su detallado análisis de un interior frenético en medio de esa pasividad aparente, es tan común como la naturaleza humana de todos los seres humanos. Nada más, pero nada menos también.

Esas reflexiones alertan, conmueven y lastiman por tan reales, tan atemporales (el libro fue escrito en 1958) y tan universales. Pero a la vez son tan singulares y tan intimamente propias.

«…¿Cómo iba yo a saber que la acumulación de esos «mañana» que ni siquiera distinguía, y que sin notarlo ya eran «hoy» y «ayer», harían pasar no solo el tiempo, sino mi tiempo, él único mío?

Y así, deseando que pase el tiempo para que pasen también los problemas diarios que nos agobian, nos encontramos un día con que ha pasado nuestro tiempo.»

Palabras que reflejan el fatal e inexorable paso de las oportunidades. De esos momentos que nos procura la vida para hacerla más rica y que muchas veces quedan engarzados en las ramas que no nos dejan ver el cielo abierto e infinito.

Y no hay final más triste que el de esta novela. Porque no tiene final, solo un futuro con la certeza del tiempo pasado, de la oportunidad perdida. Su muy sensata esposa definió su angustia interna cuando descubrió que José, a sus 56 años, fantaseaba con acciones brillantes y heroicas:

«-No, hijo. Ya tu tiempo pasó.»

Y así lo creyó él mismo. Y así aceptó su estado mediocre de empleado cuyo nombre «…está destinado a figurar solamente, con tranquilizadora periodicidad, en una nómina de empleados.»

El problema es que seguía soñando. Soñaba y protagonizaba grandes hechos en su mente. Escribir un gran libro, luchar por ideales políticos, salvar vidas, hablar duro y atreverse. Eso sobre todo, atreverse y hacer.

La vida de este hombre común, inquieto y preso de su miedo y frustración, asusta. Asusta tanta afinidad de sentimientos, tantas no – acciones similares.

José identifica las propias limitaciones. Y Josefina lo transforma con sus palabras en un ser excepcional dentro de su normalidad.

¿Por qué tantos sueños que se pierden? ¿Por qué se extravían en la mente y suelen perder su ímpetu con el tiempo? ¿Por qué la vida real se presenta tan divorciada de la fantasía? ¿Cómo romper con ese muro que que se levanta a medida que transcurre la vida?

Así el libro vacío se convierte también en la vida vacía.

La entregada y devota esposa de José tenía razón, con todo lo terrible pero descarnadamente real. El tiempo no se detiene.

5 comentarios sobre “El libro vacío

  1. Yo sólo deseo decir que ya leí esta obra El libro vacío, me gustó, me llenó de ternura, me tocó algunas fibras internas (si es que éstas existen). Hay una parte en donde Lorencito su hijo, le pide que para su cumpleaños le haga magia, porque sabe y está seguro que su papá es mago, entonces pasa la narración y José le hace magia y saca colchón y sábanas (luídas y viejas) y logra hacer magia, pero José espera que su hijo lo felicite y le diga que realmente es un gran mago, José se angustia y le da sentimiento porque su hijo no le dice nada, entonces hace una reflexión muy sabia ya que José se dice que no tiene que agradecerla nada ya que su hijo estaba muy seguro que José es mago.

    Muchas gracias

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