Ra�ces de Frida Kahlo Hace unos días recibí un desagradable mensaje. No tanto por lo que decía como de quien provenía. Una voz del pasado que no tenía demasiado eco en mi presente, pero que era, como cuando nombran a un edificio que aunque superado por otros más funcionales guarda un rico pasado histórico y arquitectónico, patrimonio nacional, en este caso de mi humanidad. Quizás le faltaba un poco de mantenimiento, pero suponía que las estructuras estaban sin mella. Me equivoqué.

La distancia y el tiempo desdibujaron los caminos y convirtieron a quienes compartieron mucho, en extraños. Y el edificio cedió ante la diferencia de opiniones y el mensaje demolió lo que quedaba.

Perplejidad, primero. Miedo, después. Y una especie de exilio, si eso se puede sentir sin estar verdaderamente en él. O fue primero el exilio y después el miedo, no lo se bien. Finalmente culpa dolorosa. Una escalofriante sensación de que mis palabras podían provocar destrucción. Una consecuencia de esa libertad de la que creía gozar y que me tomó por sorpresa.

Y como en los pos – terremotos, comencé a verificar apresuradamente, con prevención y temor por lo que podría encontrar, el estado de las edificaciones colindantes y de otras más. A desempolvar lazos de los cuales no era muy consciente hasta ese momento, pero que ciertamente tejen las bases de mi vida. Los cimientos que nunca veía, pero sin los cuales no podría haber crecido y construido. Porque para destruir, tuve que haber construido antes, supongo.Y ahí estaban, algunos con alguna viga un tanto vencida, pero en pie.

Alguien me dijo que algún otro había dicho que la patria es la infancia y me aconsejó que regresara a ella. En el vértigo de mi pasado reciente y mi presente, la había arrinconado y no solo a mi infancia.

Tenía razón, ¿cómo construir si no mantengo los cimientos y dejo que la maleza los cubra? Cuanta pared levante se caerá una y otra vez.

Y se me ocurre que quizás la libertad no es ser una hoja al viento, sino elegir donde hacerla crecer y correr el riesgo de que alguna pequeña alimaña cada tanto la picotee.

Las palabras seguirán saliendo, pero habrá otras que amortigüen los sacudones.

2 comentarios sobre “Esas palabras que decimos

  1. La patria es ese lugar donde vivís en paz, tenga el nombre que tenga. No es una hoja al viento, como decís tan bellamente, sino, elegir. ¿Que somos si no, el producto de nuestras elecciones?
    Bello post.

    beso
    A

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