Fotografía en Eskpe.com de El Tiempo
Fotograf�a de Skpe.com de El Tiempo He llegado a pensar que acaso es cierto lo que escuchamos alguna vez: que tal vez el mundo volverá a fundarse sobre las conmovedoras e inconmovibles verdades de la poesía y ya no sobre los frágilesatisbos de la razón ni sobre las pueriles seducciones del lucro.
William Ospina.

En la maraña en la que se ha convertido este problemita que tenemos en Colombia, entre tantas declaraciones guerreristas, tanta euforia extrema que apela a un patrioterismo un poco histérico y siempre beligerante, es bueno conocer la visión de aquellas personas que piensan el país desde la creación.

William Ospina es poeta, ensayista, novelista y traductor. Un convencido de nuestra herencia mestiza y latinoamericana común desde las ardientes arenas septentrionales de México hasta las gélidas planicies de la Patagonia, como lo expone Nelson Sánchez en la revista digital Crítica de Chile.

Su análisis de la realidad, a partir de esa amalgama cultural que resultó del choque que sufrimos hace más de 500 años, reparte a todos la parte de la responsabilidad que nos toca en la construcción de la nación que desearíamos tener, haciéndo énfasis en la labor ciudadana más que en las estrategias del poder.

Tenemos que dejar de poner el énfasis en el aspecto épico o guerrero de nuestra historia. Yo muchas veces pensé que el conflicto colombiano y la violencia se debían a causas políticas. Ahora pienso que esas causas políticas tienen otras causas, y las más importante de ellas es la causa cultural. Cuando se puede abusar de unas comunidades y ellas no reaccionan, cuando se puede manipular a grandes sectores de la ciudadanía y esta se deja manipular, falta dignidad ciudadana, falta orgullo, falta afirmación, y esos son problemas culturales. El gran problema de Colombia no es tener guerreros, tener mafiosos, ni tener guerrilleros, ni paramilitares, el gran problema de Colombia es no tener una ciudadanía que sea capaz de ponerle freno a todo eso.

Extractado de ésta entrevista en la revista Semana.

Pero además, o justamente por eso, reconoce que en los gobernantes recae la resposabilidad vital de que el estado y su gobierno no solo sean entes administradores sino, además y fundamentalmente, una guía ética de la sociedad. En ese sentido el pasado 21 de enero dirigió una carta abierta al presidente Hugo Chávez, a propósito de su intervención en el conflicto colombiano y su mediación política. Entre argumentos muy equilibrados, hay algunos párrafos que, a mi juicio, son impecablemente lúcidos:

Ahora bien, en días pasados, y movido, estoy seguro, por su voluntad de ayudar a Colombia a superar sus problemas, usted, señor Presidente, ha afirmado dos cosas sobre las que pienso que es necesario meditar. Primero, ha declarado que se debe reconocer la existencia del conflicto, e incluso el carácter de ejércitos insurgentes de las FARC y del ELN. Tal vez sea verdad, porque creo que sólo reconociéndolos como adversarios políticos es posible negociar políticamente con ellos. Pero está claro que el primer paso tendrían que darlo las guerrillas mismas, dejando en libertad a todos los secuestrados que mantienen en condiciones infrahumanas, y demostrando que acogen, no como una imposición exterior sino como una convicción íntima, las normas del Derecho Internacional Humanitario.

Su segunda declaración, señor Presidente, es más discutible. Ha dicho usted que las Farc tienen un proyecto político bolivariano que en Venezuela es respetado. Allí me veo en la obligación de disentir. Si usted llama bolivariano a su propio proyecto, me parece que comete un grave error al compararlo con el de las FARC. Porque hasta donde yo lo advierto, el proyecto bolivariano de Venezuela ha sido siempre un proyecto democrático, que no ha ejercido violencia contra el Estado ni contra la sociedad venezolana. Las FARC y el ELN le deben a Colombia demasiados muertos y demasiados secuestrados, demasiados asaltos a las aldeas y demasiada crueldad e insensibilidad, como para que puedan equipararse a un proyecto mucho más respetuoso de la sociedad y de la comunidad como es el proyecto de la República Bolivariana de Venezuela.

Yo ignoro si usted y su movimiento están logrando transformar para bien a la sociedad venezolana; sé que lo han intentado con instrumentos legítimos, apelando a las mayorías, sin atropellos y sin violencia, y eso me merece todo el respeto.

Tal vez si las guerrillas cambiaran sus métodos y sus propósitos podrían aspirar algún día a ser reconocidas como una alternativa política por la sociedad. Pero yo no puedo ver hoy a las guerrillas colombianas como proyectos de civilización. Siento que la lucha de cuatro décadas los ha endurecido, los ha envilecido, y los ha alejado demasiado de la sensibilidad popular. Es más, sus principales víctimas suelen ser los sectores populares.

Más recientemente encontré en el blog de la periodista Constanza Vieira extractos de una segunda carta que circuló recientemente en la Red Caribe de Periodistas, en la que Ospina se expresa asombrado sobre la paradoja de que sea justamente Alvaro Uribe, el presidente que más visceralmente ha querido aniquilar a la guerrilla, quien en últimas más rédito político le ha dado:

“Creo que Uribe, paradójicamente, pasará a la historia como el hombre que convirtió a las FARC en un ejército revolucionario de dimensión latinoamericana. Si uno quisiera acabar con las FARC, que es lo que habría que hacer, negociaría con ellas, haría la reforma agraria que la sociedad colombiana requiere, salvaría a las instituciones colombianas, mejorándolas un poco, y la guerrilla local se diluiría en el mar de la sociedad como ocurrió con el M-19 y otras fuerzas.

“Pero no, Uribe las odia, Uribe sólo acepta aniquilarlas, y considera como una vergonzosa concesión dialogar y negociar con ellas. Por ello se lanza a combatirlas a toda costa, de cualquier modo, y sin atenuantes. El resultado: ha internacionalizado la lucha de esa guerrilla. Con tal de matar a uno de sus jefes ha producido la mayor crisis de Latinoamérica en los últimos tiempos, ha llevado a Colombia por primera vez en su historia a romper relaciones simultáneamente con tres países…

“Algo más: Uribe se proponía demostrar que no son una fuerza política, que no son beligerantes, pero en su ceguera insiste en afirmar que Chávez no sólo está aliado con ella sino que es, casi, su jefe. ¿A qué más beligerancia podía aspirar la guerrilla que a tener entre sus miembros o sus simpatizantes a los presidentes de dos naciones y a sus electorados?

“Si Chávez es partidario de las FARC, o como dicen los uribistas, su jefe, entonces ya las FARC tienen un carácter político indudable. Es más, tienen ya status de gobernantes en varios países. El odio ha logrado lo que nunca lograría la simpatía. O, dicho de otro modo, el que las odia les da mucho más que el que habría querido ayudarlas.»

Y aquí paro, porque está ya va muy largo y la verdad, ¿Qué puedo agregar ante tanta claridad en medio de la espesura?

4 comentarios sobre “Las ideas de William Ospina

  1. muy buen texto reflexivo
    felicitaciones
    el maestro de Padua no se ha leido con
    juicio…..el texto sobre la franja
    amarilla sigue siendo un texto que debe
    promocionarse……para salir de la oscuridad
    politica de los fals..media que alaban todo sobre
    el regimen autoritario…ahora con la sombrilla
    de la unidad nacional…despues de todo…la elite
    siempre secuestro a la nacion….salvacion nacional…frente nacional

    Me gusta

  2. Lo mejor que he leído. Estoy de acuerdo con Marco cuando dice que se debe hacerle más promoción a esta obra tan buena como lo es ¿Dónde está la franja amarilla? que está llena de tantos datos que muchos desconocemos. William Ospina es el escritor más sensato e imparcial en este momento.

    Me gusta

Deja un comentario